Tetrico歌词-Asube

Tetrico歌词由Asube演唱，出自专辑《5 Aos después》，下面是《Tetrico》完整版歌词！

Tetrico歌词完整版

Lunes negro. Después del Barça todo está más afuera. ¿Sabes que el tienen dudas sobre quién va a ser el que te lleve de vuelta a casa? Ya algo así. Yo sin saber que coño pasa. Contabas con algo de cal. ¿Dónde está? Me lo dejé la última copa. Encontré una de 50 donde la esperaba. La cojo, se cae todo.

Gira y gira con nieblas entre calles, marcas, prefijo, números. Da igual que sea tu madre, tu esposa, tu hija. Que me saque de esta odisea. Soy solo yo los que me responde. ¿Será ese frío? Se cala hasta mi madera. Encontraré el coche tarde, desorientado, tal vez presente antes de girar por mis caderas, sentarme, Pongo el contacto en algo.

Sale 1/3, se cala mientras el cielo enternecido llora lágrimas de compasión por un canalla que no piensa por la en el teléfono al pasar por la salida de Cartuja la puerta y recogerme, pero solo perder el tiempo. No te disculpes, deberías saber a que me atengo. No me vengas con que antes todo era más fácil. Es por ti.

Cuando te conocí eras más dócil. Mierda, que si que te marches, que no me importa. No me rayo por nada, por nadie y menos por una. Me he despertado entre sábanas la ventana abierta y entra frío. Estoy en mi 4.º, no conozco a este ser perdido. Escucho voces a mi alrededor, se siente el acento de terror que me provoca el pánico, el sonido de mi corazón al palpitar.

Repica y yo replico por querer salir de esta pesadilla. Tome en cuenta, no encuentro ningún arma a la vista, mi presión arterial se dispara y me intoxica este café. Intento levantarme pero no puedo y es que mi cuerpo, brazos y piernas están forrados en cuero. Quiero alcanzar el cielo, pero en mi posición no seré capaz jamás ni de rozar el suelo.

¿Quién soy? ¿Porque estoy atado en este lugar que quiero? ¿Quien me trajo aquí? ¿A quien puedo interrogar? La mala suerte me consume lentamente. Pasa el tiempo, todo está parado. La decoración minimalista no me entusiasma. Parece sacado de una peli de serie B y el atardecer que me vuelve cada vez. Se abrió la puerta y leo entre las obras que vas tú, lo que me acecha, sospecho.

Nada afuera. Mejor cierro mis ojos porque lentamente me quito mis cuerdas. Me voy dormido. Hacemos el espera, noto como pasan el algodón, huelo el marco. Sé que se aproxima el momento de la inyección. Es mi ocasión. Coloque su brazo en el cilindros, incisión en el estribo, su rostro casi líquido saliendo de nuevo en el cuello. Pienso está lo líquido.

La sangre es carmesí. La puerta está cerrada. Me acabo de acordar de si no me reconozco en el espejo. Lanzo un escupitajo, pero algo me trajo. He de acabar mi trabajo. Cojo el escalpelo. La modestia del jurado hace que se me eriza el pelo. Veo un hacha. Estoy en racha. Voy con un chiquillo enfermo, pero el cabrón se agacha.

Escarbo Otro intento tener el clavo en el centro. No sé cómo se rompió, pero sé que eso es. Vio el odio que les tengo sola. Es siempre tan obvio que me convierte en la mayor de las víctimas y hago unas vitrinas situadas en el sótano donde se guardan órganos que pueden salvar vidas. Las destruyo y huyo. Escucho un murmullo que me dice Busca, vete a la sala de posparto donde descansa.

Mamas la silla, manchas con el hacha menos a la última que le raja los labios, porque así al quitarse le ensanchan las heridas. Mentiras Marchándome a mis anchas, silbando. Cuéntame. No sin antes girarme para ver lo que había hecho antes de llegar al éxito. Y salgo satisfecho. Sé que el rojo queda sexy y discreto. El guardia de la puerta no espera las manos tras su cuello.

Acto vandálico. El chasquido confirma la baja hasta las sombras. Actúo como Sam Fisher. Sangre coagulada y manchas en la ropa. Atardecer tras el crepúsculo. Calculo que en cinco minutos. Varios coches de patrulla arrollan en la acera y el cuartel. El celador está en la zona de empleados con camisa de algodón, pantalón hecho a medida y un cigarro para aparentar serenidad.

Al securitas de la puerta le sonaba mi matrícula. Sonrisa de Gioconda es algo inquieta, sospechoso, euforia que provoca la inyección de adrenalina con la sombra que pinta la calle azul cobalto. Oigo voces, megáfonos gritando pararte, pero el velocímetro no está de acuerdo. Vértigo y locura descompensa revista al despistado que se cruce un bache en el techo. Filtra lluvia dentro.

Si reduzco 80 acabaré con los pies por delante. Entro en dirección contraria, esquivo. Se abre un pasar desde la acera al callejón. Hoy poco queda esperar la colisión porque al principio se les queda estrecho. Mi misión termina de vuelta al hogar. Aparco en el portal. El otro vecino se escandaliza. Busco en los bolsillos del patín hasta encontrar la llave.

Entro perfectamente. Abro la primera puerta y tiene un ascensor enfrente. Entro dentro de él. Me pongo tenso al poco espacio, sus sonidos me enloquecen. Mi sangre hirviendo. El espejo no me gusta, el rostro me disgusta. Asusta demasiado. Lanzo un puñetazo en directo. La sangre brota de mi mano, no es moco de pavo. Venden todo en zulos como me desangro tengo miedo.

Ya no creo que llegue a viejo. Solo pienso en escapar. Llego a mi piso, me voy a cambiar de ropa, a ver qué puedo hacer. Entro a mi 4.º. Dios mío, sigo sangrando. Voy al baño mientras pienso todo el daño que inflige estas dos personas. Nadie tuvo culpas, cayó al recuerdo. Todo fue por discursión. Entro al baño. No estoy solo.

El agua corre. ¿Quién será? Veo una nota que pone Ya no aguanto más. Esta vida llega a mi final y bajo un manto rojo dejo estas palabras a la eternidad No lloréis por mí, dejo, no lloréis por mí, no por ninguna acción. Ahora solo soy carne de cañón en este mundo ya no pinto nada. Me acerco a la ventana, saco fuerzas.

Mi cobardía me ciega. Avanza, triste, inerte. Adiós.